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miércoles, 13 de marzo de 2013

¿Por qué las brasileñas te provocan y después no te hacen ni caso?

Una de las primeras cosas que impacta al salir de noche en brasiles el aspecto de las mujeres: vestidos escotados, mini minifaldas, tacones altísimos, algún que otro complemento infantil (como unas orejas postizas de gatita) y maquillaje o bronceado artificial que cubre casi todo el cuerpo. Además, se relacionan entre ellas usando un lenguaje bastante inocente y picarón que te embelesa.


Las brasileñas son expertas en el arte de seducir a los hombres por los ojos, no por el estómago, como nuestras abuelas.

A primera vista parece que las brasileñas sepan cómo atraer al sexo opuesto. El boom económico de los años 90 hizo disparar el gasto en belleza y, ahora, quien no ha ido a la peluquería antes de salir de fiesta no va a capturar una sola mirada. La competencia por la atención de los hombres parece mucho más feroz que en España.

Cuando el género masculino español ve tal despliegue de feminidad, piensa “¡me ha tocado la lotería! Sin embargo, aunque estas chicas parece que griten por todo lo alto: “¡acércate a mí!” cuando lo haces, descubres atónito que te rechazan a la primera. Muchos españoles creen que los ignoran por discriminación o simplemente porque son unas vanidosas y estrechas que no saben lo que quieren y se dedican a jugar con los hombres.

¿Por qué?

Para encontrar el motivo hay que hurgar en la infancia de las brasileñas. La mayoría de colegios en este país son unisex. Así, durante la niñez, no se relacionan con el sexo opuesto ni aprenden de él. Llegan a la etapa adulta sin saber en qué se diferencia éste de ellas y qué deben hacer para atraerlo.  Las brasileñas copian lo que ven en la televisión y en los anuncios, y se visten tan sexys como sus cantantes favoritas y se ponen tanto maquillaje como las famosillas de moda.

Las españolas estamos habituadas a convivir con el sexo masculino y sabemos que tal despliegue de sexualidad solo nos va a conseguir un lío de una noche y no una relación larga o un chico que valga la pena. Así, nos vestimos lo suficientemente llamativas como para interesarles, pero nunca tanto para que nos tomen por unas desesperadas.

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